No podía imaginar el cambio tan radical que suponía tener un bebé, en mi vida. Al principio se me hacía muy duro aceptar que ya no era libre de hacer o no hacer lo que me daba en gana. Lo peor era comprobar que esa carga física ( un cordón que me liga ) no era compartida en la misma medida por mi marido. Espero que se entienda lo que quiero decir, mi marido continuaba jugando a fútbol como siempre, seguía con su timba de póquer una noche por semana, iba a trabajar cada día y yo me quedaba en casa cuidando de Pep. Como estaba de baja maternal no iba a trabajar, como tuve un post-parto horroroso, no podía hacer ejercicio, cuando salía de casa era para pasear al bebé... Espero no parecer un monstruo, mi hijo siempre fue muy deseado y yo lo quiero con locura desde el día que se formó en mi vientre, tan sólo quiero expresar la frustración que séntí y viví aquellos días.
Después de superar ese periodo de adaptación y digerir que tenía una personita que dependía totalmente de mi...empecé a relajarme y a disfrutar del viaje.
Pep es mi Sol, un niño alegre que sabe como camelarme. Me viene a la cabeza un día que íbamos paseando por la calle y nos paramos a hablar con una amiga. Pep tenía 18 meses y ya no quería ir con el cohecito, siempre andava solito sin dejarse cojer de la mano. En medio de la conversación Pep me interrumpe y me da una flor arrancada con el tayo y todo. Me dijo, "t.. mam". Yo me derretí y me lo comí a besos hasta que noté que la dueña de la floristería que teníamos detrás, me miraba con una expresión rara... Entonces observé que en el escaparate de la tienda había macetas expuestas con plantas y flores de colores. Pep las vió y sin mirar ni preguntar, arrancó una para regalármela. Upps!!! Tuve que comprar la maceta agraviada (estaba arrasada como si hubiera pasado un tornado) y pedir disculpas a la floristera. Así es Pep un bichito descontrolado pero adorable.
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